Pero cualquiera que sea la concepción de
muerte, es necesario considerar la existencia de un alma o espíritu residente
que será el sobreviviente cuando el cuerpo muere. En Occidente el concepto de
Inmortalidad del Alma surge desde la antigua Grecia. Platón, consideró el alma
como la esencia humana, el principio y el fundamento del conocimiento humano,
concebía al cuerpo como la prisión del alma y era necesario procurar todo
aquello que nos ayudara a liberarla de su cárcel material para que ésta pudiera
experimentar la plenitud. Mientras que Aristóteles define el alma como "la
entelequia primera de un cuerpo natural que tiene la vida en potencia", es
decir el alma es la forma que determina y define un cuerpo natural que tiene
vida, incluyendo la vida animal y vegetal.
Octavio Paz, en el Laberinto de la
Soledad, atinó a describir al mexicano: "El mexicano frecuenta a la
muerte, la burla, la acaricia, duerme con ella, la festeja, es uno de sus
juguetes favoritos y su amor permanente". Paz nos habla de cómo el mexicano
desprecia a la muerte, a la vez que la venera, y piensa que cada quien recibe
la muerte que se busca.
Antiguas creencias
En la cultura náhuatl existía un
concepto similar a esta "alma", en donde todo ser terrestre comparte
una esencia que lo identifica con lo divino (tonalli). Las divinidades, por
tanto, serán el principio vital de toda existencia y su vía de acceso al otro
mundo. Al morir el tonalli puede separarse del cuerpo y vagar por el mundo.
Sucede también que puede temporalmente abandonar el cuerpo en momentos de
inconciencia tales como una enfermedad, en estado de ebriedad, al momento de
dormir o durante el acto sexual. Así pues, la muerte se considera como un paso
más en el transcurrir de la existencia, el tonalli habitará temporalmente en el
cuerpo, que le sirve como vehículo para posteriormente llegar al paraíso; en
cierto modo podría verse como una versión parecida a la cristiana, pero en este
caso no existe la idea de "castigo" y mucho menos espacios como el
purgatorio o el infierno. Para cualquiera que haya muerto, según los nahuas,
así haya sido un gran guerrero, un héroe o un traidor, el camino de
los Muertos o Mictlán. será arduo y lleno de obstáculos.
El
Mictlán, era un camino largo que no distinguía entre clases sociales. Se dice que
se ubicaba al norte y su entrada se describe como un lugar oscuro y cavernoso,
al que se llega descendiendo. Una vez que se entra ya no se puede salir, a
excepción de dos animales considerados como mensajeros: el tecolote y la
lechuza.
Una
vez emprendido el camino, este los lleva a descender por bajadas violentas, en
primera instancia se debe cruzar el Río Apanoyan, que era tan caudaloso que se
necesitaría la ayuda de un perro, que llevará al muerto en su lomo. La
importancia del perro radicaba en el trato a los animales en la vida de la
persona, si se les había tratado bien y si el perro los reconocía como dueño,
si no, este corría el peligro de quedarse en el Apanoyan por toda la eternidad.
El segundo mundo obligaba a pasar desnudo entre dos montañas que chocan,
posteriormente había que pasar el cerro erizado de pernales Iztépetl, o cerro
de navajas. El cuarto inframundo era el Cehuecayan, ocho collados donde nieva
constantemente y después atravesar ocho páramos, El sexto inframundo es el
lugar donde manos invisibles flechan a los pasantes, también conocido como
Timiminaloayan. El séptimo requería cruzar agua negra donde se encontraba una
lagartija llamada Xochitónal, este mundo es conocido como el Apanhiayo. Al
llegar al octavo mundo, conocido como Chiconahuiapan
o Izmictlán, se debía proceder a atravesar otros nueve ríos, muy largos. En
el noveno inframundo o Itzmitlanapochcalocan, el más
profundo de todos, se encontraba el dios Mictlán el cual tenía una dualidad
femenina y les daría la bienvenida a los muertos, ofreciéndoles su tan anhelado
descanso. La recompensa ante tal travesía viene al observar cada día un
atardecer magnífico sobre el Mictlán.
Para los antiguos habitantes del
Anáhuac " Al morir, había no sólo un mundo más allá, sino
muchos, y el destino final dependía no de ser buenos y píos en esta vida (como
enseña la doctrina católica), sino por la forma en que se moría. Así, para los
guerreros caídos en el campo de batalla o las mujeres que morían en el parto,
estaba asignado un mundo luminoso y amplio llamado Tonatiuhcan o paraíso de
Huitzilopochtli, había un lugar reservado para los que morían por causas
relacionadas con el agua, otro para los niños que morían al nacer y aquellos
"inframundos" (en realidad no existía el concepto católico de infierno),
donde en lugar de llamas o diablos terroríficos a lo que se enfrentaban
aquellos que no alcanzaban la muerte luminosa, era el mundo de "la
nada", un espacio vacío, estéril y carente de todo.
Mictlantecuhtli,
y los muertos que junto con su esposa Mictecacíhuatl, regían el reino de
Mictlán, criaturas como: arañas, escorpiones, cienpiés, murciélagos y
tecolotes; funcionaban como mensajeros, asociados a la noche y a los nueve
pasos de los inframundos. Interesante paralelismo con la Divina Comedia, en la
que Dante en su Infierno, acompañado por su maestro y guía, describe los
nueve círculos en los que son sometidos a castigo los condenados, según la
gravedad de los pecados cometidos en vida.
En la actualidad, en Chiapas, la gente
se sienta en el piso cubierto por hojas de pino; en lugar de cura encontramos a
los chamanes tzotziles que atienden a sus pacientes y degüellan gallinas; y la
imagen de Cristo está relegada a segundo plano porque el centro de adoración es
San Juan Bautista, al frente de un altar que lo mismo tiene veladoras y otras
imágenes de santos junto a canastas de huevos y botellas de Coca-Cola.
Es así como la imagen de la Santa Muerte
se ha convertido en las últimas décadas en una especie de icono simbólico para
aquellos que son rechazados por el poder de la Iglesia o el Estado.
A pesar de
su carácter tenebroso, esa calaca vestida con colores rojo para el amor, blanco
la suerte, y negro para la protección, y más aún, a pesar de su relación con la
delincuencia, el crimen organizado y el narcotráfico, la imagen de la Santa
Muerte se nos presenta como doncella en una verbena popular. La gente habla con
ella, le reza, le ofrece dulces y pistolas, y sin problema se persignan ante
ella como si fuera la mismísima virgen. Habrá quienes la vean como una nueva
forma de re-interpretación de las tradiciones típicas del Día de Muertos, sin
embargo hay quienes la ven como una figura diabólica, satánica y de magia
negra. La Iglesia Católica los considera como satánicos y sus fieles son
catalogados como delincuentes.
Pero sin importar cual sea la
consideración, la muerte, es una presencia recurrente y profundamente arraigada
en la cultura del mexicano.
Necesitamos a la muerte que nos cuide de la muerte.
Necesitamos a la muerte que nos guíe para no morir. Necesitamos a la muerte
porque sin ella, no estaríamos vivos.
Se llega a la conclusión de que la muerte es festejada y venerada por todos los individuos de la sociedad, unos la veneran como si fuera su diosa, otros simplemente le rinden culto y ofrenda cuando algún familiar ha fallecido. En efecto, las creencias de las personas no son las mismas, cada quien respeta y venera lo que mejor le parece.
----->>>>> HECHO EN MÉXICO - TRAILER <<<<<----------
trabajo elaborado por: +Jose Francisco Diaz Messina
+Sandra Molina Aguilar
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